Para resolver los problemas de escasez e inflación, Venezuela debe poner en práctica políticas que hagan las inversiones industriales más atractivas y rentables que en el negocio importador. Para eso hay que crear condiciones y ofrecer incentivos, de tal forma que la actividad manufacturera sea menos riesgosa y ofrezca una mejor remuneración que compense y justifique el enorme esfuerzo que significa ser industrial. De lo contrario, nadie invertirá en la industria, pero si lo harán en otros sectores que ofrezcan mayor ganancia y rentabilidad, como ocurre con el negocio importador cada vez que hay abundancia de petrodólares y sobrevaluación del bolívar.
En su conversatorio con el Observatorio Económico FES-ILDIS, Olalquiaga expuso
que la industria manufacturera es un sector clave para el crecimiento económico
y el bienestar de la sociedad. Argumentó que la prosperidad económica y el
desarrollo social están directamente vinculados con el grado de industrialización
de un país. Las naciones que crecen, se desarrollan y prosperan son las que
logran grandes acuerdos para impulsar su industria.
Sin
embargo, cuestionó que la industria venezolana haya sido destrozada por la
sobrevaluación de la tasa de cambio, la ola de expropiaciones, la
conflictividad laboral, los rígidos controles y la inseguridad jurídica, a tal
extremo que se encuentra en una situación de postración. Olalquiaga afirmó que
en la Encuesta de Coyuntura de Conindustria no hay un solo indicador que
muestre algo positivo en los últimos años. Nos hemos quedado atrás en
inversión, internacionalización, innovación y generación de encadenamientos
productivos, sustitución de importaciones, exportaciones, etc.
Estamos
de acuerdo en que se agotó el modelo basado en la renta petrolera, cuyo
descomunal volumen fue en gran medida mal usado y despilfarrado. La
sobrevaluación del tipo de cambio estimuló crecientes importaciones que
desplazaron a la producción nacional. Con el estancamiento de los precios del petróleo
y la caída de la producción de Pdvsa, ya no hay petrodólares baratos para
importar, pero tampoco hay suficiente producción nacional.
Reconstruir
la industria venezolana requerirá un gran acuerdo nacional para crear el nuevo
marco legal e institucional que haga de la manufactura un motor para impulsar
la construcción de una nueva economía basada en su talento humano, en su
capacidad para generar valor con una fuerza de trabajo cada vez más calificada,
con un tejido industrial integrado por empresas competitivas, universidades e
institutos de tecnología y apoyo a la innovación de buen nivel.
La
manufactura es clave en cualquier estrategia de desarrollo, es un eslabón
fundamental de la transformación, del comercio, de la integración económica y
fuente del desarrollo tecnológico de la innovación, la educación industrial y
la generación de empleo estable y de calidad.
Con
base en la manufactura será posible conformar un aparato productivo que
aproveche las ventajas comparativas del país, tales como ubicación geográfica,
recursos energéticos, clima, biodiversidad y paisajes. Una industria
competitiva que, en lugar de depender de los petrodólares de la renta, genere
su propio ingreso en divisas a través del fortalecimiento de sus ventajas
competitivas basadas en el conocimiento y la innovación.
Con
este fin, Conindustria propone una nueva política industrial que combine medidas de carácter horizontal que incentiven
y apoyen a varios sectores, con políticas verticales enfocadas en sectores
específicos, donde el país tiene ventajas comparativas y puede crear ventajas
competitivas.
Con
las políticas horizontales se pueden estimular mejoras de la competitividad y
productividad de varias cadenas de valor con un efecto multiplicador, impulsar
el desarrollo regional y dinamizar otros sectores con ventajas comparativas.
Mientras que las políticas verticales estarían enfocadas en sectores
estratégicos que requieren incentivos selectivos y especializados.
En
Venezuela el 75% de la producción industrial y del valor agregado se concentra
en tres sectores: Hidrocarburos (extracción, refinación, producción de
químicos, plásticos, empaques, etc.), Siderometalúrgica (producción de acero y
aluminio, metalmecánico, construcción), y Agroindustrial (producción,
procesamiento y distribución de alimentos). Por su importancia y peso en el
total de la actividad industrial, estos sectores requieren una estrategia muy
focalizada. Pero esto no implica que se descuide el impulso a otros sectores
con potencial de inserción en cadenas de valor internacional.
Venezuela
puede recuperar su ruta del desarrollo si se articula un buen plan, consensuado
y realista, con unas instituciones públicas y privadas repotenciadas y bien
alineadas. En Conindustria hay plena convicción de que la reindustrialización
de Venezuela requiere la conjunción de los esfuerzos del Estado y del sector
privado.
Por
todas estas razones, Conindustria propone el diseño y ejecución de una política
industrial que:
ü
Combine de forma inteligente las políticas horizontales y
verticales para fortalecer la competitividad de la economía en general, y de la
industria en particular.
ü
Incentive la calidad y productividad para facilitar la
transformación estructural de la economía rentista e importadora en una nueva economía
productiva y exportadora.
ü
Asuma temporalmente los costos derivados del plazo que se le dará
a los industriales para insertarse competitivamente en el comercio
internacional.
ü
Priorice la exportación basada en la innovación, la tecnología y
la captación de inversiones.
ü
Promueva el desarrollo de clusters y cadenas de proveedores
y clientes, desde una óptica de cooperación e integración.
ü
Corrijan las fallas tanto del mercado como del Estado a fin de mejorar
la información, prevenir prácticas monopólicas, asegurar los derechos de
propiedad, promover la ética empresarial, mejorar el suministro de materias
primas e insumos y repotenciar la infraestructura.
ü
Contribuya a formar la mano de obra y promover el talento,
facilitar el financiamiento adecuado, eliminar trabas burocráticas, controles y
reglamentaciones que entorpecen y
desestimulan la inversión.
ü
Disminuya la incertidumbre generada por los frecuentes cambios en
las reglas de juego.
Se
trata de una nueva política industrial que pueda reconducir al país desde el
rentismo que pretende vivir de las transferencias del Estado, hacia una sociedad
sustentada en verdaderas actividades productivas, competitiva
internacionalmente, con una industria capaz de convertirse en el motor de la
economía, en sustitución del rentismo que ha evidenciado su agotamiento.
Juan
Pablo Olalquiaga subrayó que Venezuela es un país con una población todavía
pequeña, pero con una gran dotación de recursos naturales. Tiene por delante la
oportunidad y el reto de diseñar y ejecutar políticas y planes de desarrollo
industrial con la participación complementaria de los principales actores
públicos y privados, nacionales y extranjeros.
Con
alianzas que generen sinergias el país podrá desplegar su potencial para tocar
fondo e impulsar un crecimiento acelerado, sustentado en su talento humano, sus
recursos naturales, y el acervo de conocimientos tecnológicos del que puede
hacer uso para reindustrializar la economía.